La historia de cómo conocí a mi roomie y cómo nos acoplamos tan perfecto y tan fácil a esa etapa en nuestras vidas que estábamos por comenzar; fue muy singular.
Para entender mejor, se debe saber que desde siempre he sido la persona más organizada y meticulosa entre mis grupos de amigos o familia, por tanto me cuesta mucho soportar que algo salga de mi límite de acción. Me vuelvo loca.
El llevar mi vida organizada era un requisito fundamental en casi todas mis actividades, sin embargo y con todo lo que pasé en mi primera casa, aprendí que en ocasiones por mucho que calculemos y seamos minuciosos; la vida nos voltea completamente la jugada, nos sorprende y nos pone un muro enorme para lograr detenernos aunque sea un poco.
Mi muro fue creado por una serie de eventos que desconocía por completo cómo administrar o frenar. Qué desesperación sentí los primeros meses viviendo sola, pues aunque tenía un trabajo estable, una casa pequeña pero que cubría perfectamente todas las necesidades básicas, seguía teniendo ese muro que día a día parecía hacerse más grande; los gastos no dejaban de llegar, mi dinero se iba en cosas del hogar y para suma mi arrendador había solicitado la casa al finalizar mi contrato que estaba próximo a vencer.
Definitivamente planear vivir sola y comenzar a hacerlo son dos cosas completamente distintas y a mí que toda la vida me ha resultado de maravilla tener el control, de pronto no tenerlo resultaba un bloqueo y derrumbe casi hasta el fondo.
Entonces conversando con conocidos, comencé a considerar que la idea de tener un roomie no era tan mala del todo, los gastos se reducirían a la mitad y si bien por un lado existía la opción de que todo fuera un desastre, también estaba ese otro lado que me decía que tantos años en práctica conmigo mima por fin fungirían para poder organizar a alguien más.
Coloqué muchos anuncios en redes sociales, en la calle, en transportes; entrevisté a muchas personas que se postularon a ser mis nuevos compañeros pero ninguno me convencía por completo.
Algunos eran bastante mayores, otros demasiado adolescentes, también hacía hincapié a su salario y a los gastos que tenían. Parecía que todos venían del lado opuesto del mundo por el que yo caminaba y así no podría funcionar.
El tiempo me estaba ganando.
Mi última entrevista fue con un chico que había contactado por una red dedicada al vínculo entre roomies, recuerdo haber llegado media hora antes de lo citado para preparar mis preguntas y pedí un café en lo que pasaba el rato.
Transcurrieron aproximadamente 35 minutos después de lo acordado cuando por fin mi esperada cita llegó.
Al verlo aproximarse con andar despreocupado por haber llegado tarde, con una sonrisa en el rostro y un dejo ciertamente altanero; algo dentro de mí me dijo ¡nunca! Pero me quedé.
Decidí quedarme y decidí entrevistarlo pese a todo porque como lista mental de mis antecedentes frustrados:
- Estaba desesperada.
- Mi contrato de renta estaba próximo a vencer y necesitaba mudarme.
- Algo en la despreocupación con la que había llegado también despreocupó algo en mí.
Pasó la entrevista y como era obvio resultó ser todo lo contrario a mí en cuanto a orden y control, por otro lado parecía que nos complementábamos en otras cosas; su sueldo empataba con el mío y sus necesidades de mudanza eran similares aunque menos urgentes.
El trato estaba hecho, decidí que fuera mi rommie.
No tengo explicaciones suficientes que me digan por qué todo resultó tan bien con esta nueva persona en mi vida. Porque sí, era muy diferente en un montón de cosas a mí, pero también siempre intentaba insistentemente ser empático hasta entender la magnitud de mis preocupaciones.
La mudanza era algo que me desesperaba mucho, la primera vez que me mudé no tenía tantas cosas y comenzar de cero si bien es difícil en muchos aspectos también es un favor enorme en cuanto a la mudanza se trata, con todo el tardado y estresante proceso que implica.
Mi nuevo roomie llegó a apaciguar esta parte controladora y detallista en mí, y yo a sumar orden y organización en él, todo el proceso lo hicimos en un sitio que ofrece servicio de mudanzas que él ya había experimentado anteriormente y que cumplía con mis requisitos de organización y monitoreo.
Vaya peso que me nos quitó de encima (de los muchos otros que de por sí ya cargábamos).
Por primera vez en mucho tiempo y sin dar explicaciones de mi necesidad de control a nadie, alguien atendió todas mis especificaciones e inquietudes, haberme mudado antes pareciera no ser impedimento para cuestionar cosas de por si obvias, el proceso fue rápido pues comenté mi urgencia por dejar la casa anterior y en un solo traslado estábamos mi roomie, mi nueva casa y yo comenzando una emocionante nueva etapa.
Jamás hubiera imaginado que las cosas resultaran así, que todas mis urgencias en torno a mi necesidad de mudanza fueran resueltas y ejecutadas tan rápido y tan bien.
Entendí que en ocasiones no podemos controlar todo siempre pero que, si logramos ver en la dirección correcta encontraremos a aquellos que sabrán exactamente cómo ponerse en nuestro lugar, aquellos que sin medir esfuerzo, tiempo y sin preguntar el tamaño de nuestra inquietud ofrecen soluciones claras e inmediatas, personas que son capaces de transformar multitudes en nimiedades, aún existen solo hace falta mirar en la dirección correcta.